Han transcurrido ya 7 días desde el fallecimiento de la doctora Margarita Salas, y no podíamos sino dedicarle nuestro siguiente post a su imponente figura tanto científica como humana. Hubiera resultado deshonroso no hacerlo para una entidad como la nuestra que tiene siempre por referencia la excelencia académica, y Margarita Salas ha sido como mínimo la mejor investigadora nacional en el campo de la biología molecular. Y hacemos hincapié en el «como mínimo» porque probablemente tampoco las haya mejores en otras disciplinas, y probablemente no las haya mejores más allá de nuestras fronteras.

Sus orígenes

Margarita nació en Asturias. Su padre, médico de profesión, le dejó muy claro desde joven que su mejor herencia sería el poder hacer una carrera universitaria. Y así fue. Por suerte para ella y para el futuro de todo el sistema científico español, Margarita se saltó los rígidos cánones de la época, que reservaban el papel de la mujer a la vida familiar, y se licenció en Químicas.

Su grandísimo talento, unido al de sus ilustres mentores como el gran bioquímico Alberto Sols (con el que se doctoró en Químicas en la Universidad Complutense de Madrid) y todo un premio Nobel de Medicina o Fisiología como Severo Ochoa (con el que pasó a trabajar en biología molecular en la Universidad de Nueva York); dio lugar a una extensa carrera de éxitos. No obstante, en diversas entrevistas a Margarita le gustaba recalcar que nunca fue un talento extraordinario sino una trabajadora incansable, porque el esfuerzo prevalece sobre el talento, como se afirma en el post Qué es más importante, ¿el talento o el esfuerzo?

Y así lo demuestran sus varios centenares de publicaciones científicas. Entre sus trabajos destaca el haber desvelado la dirección en la que se lee el material genético y el descubrimiento de la ADN polimerasa de un bacteriófago, a cuyo entendimiento dedicó el resto de su vida. Los frutos de ese trabajo dieron lugar no solo a avances biotecnológicos descomunales, sino también a patentes que reportaron unas imponentes ganancias económicas al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, hasta el punto de representar la mitad de todas las ganancias por explotación de patentes del CSIC.

Sus premios

Para hacer un repaso de sus numerosos premios y reconocimientos nacionales e internacionales (más de 25) necesitaríamos varios post, y por tanto solo enumeraremos algunos de ellos: Premio Rey Jaime I de Investigación (1994), Medalla del Principado de Asturias (1997), Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal (1999), Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid (2002), Premio Internacional de Ciencia e Investigación de la Fundación Cristóbal Gabarrón (2004), Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo (2005), Título de Embajadora Honoraria de la Marca España (2009), Medalla Echegaray de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (2016) y Premio al Inventor Europeo 2019. El alcance de los méritos y logros de Margarita Salas es de tal magnitud que uno apostaría a que en los próximos años existirá un premio oficial o beca institucional que lleve su propio nombre.

Honoris causa a Margarita Salas

Su más valioso legado

Margarita ha fallecido a los 80 años de edad, tras una prolongada carrera de éxitos que, sin embargo, no estuvo exenta de obstáculos. Obstáculos que derribó uno a uno y que abrieron el camino de la ciencia a miles de mujeres. Unas mujeres que hoy copan las facultades y laboratorios de biología, química y bioquímica gracias en gran parte a su legado. Por eso, aunque existan varias generaciones de diferencia entre ella y las universitarias de hoy en día, nos vemos en la obligación de darle la visibilidad que merece a su magnífico trabajo y a su contribución a la apertura de la ciencia a la mujer.

Como podéis imaginar, el paso desde ser licenciada en química en la década de los 60 en nuestro país hasta llegar a ser una científica de reconocido prestigio internacional no fue un camino de rosas. Obviamente fue pionera en realizar muchas labores que hasta aquel entonces quedaban reservadas solo para el género masculino, y tuvo que pagar un caro precio por ello. Margarita Salas reconoce que no fue fácil en sus comienzos realizar la tesis junto a Alberto Sols, el cual según sus propias palabras: «No creía en mí. No sé si de forma particular o de forma general en la mujer. Creo que para él las mujeres no estaban capacitadas para investigar». Y una vez más Margarita tuvo razón pues ya muchos años después, cuando Margarita era una investigadora senior reconocida y fue galardonada con el Premio Severo Ochoa de Investigación, Alberto Sols reconoció ante la prensa que cuando Margarita llegó a su laboratorio para realizar el doctorado con él decidió darle un tema de investigación sin mucho peso, para que no tuviera importancia si no lo sacaba adelante. Y Margarita le quitaba humildemente importancia, entendiendo que no era un problema de Alberto sino de la sociedad de los 60 en general: «Se asumía que nuestro lugar estaba en casa con la familia y no en un laboratorio, haciendo las tareas del hogar». Pero la fuerza de la evidencia ganó la partida, y el trabajo encomiable y brillante de Margarita le fue abriendo el camino poco a poco hasta pasar de ser la mujer de Eladio Viñuela (también un excelente investigador) a tener un nombre propio y ser reconocida por todos como Margarita Salas.

A base de constancia llegó a convertirse en un símbolo de la mujer pionera: primera mujer de la Academia de Ciencias, primera científica en la RAE, primera presidenta del Instituto España… Sin embargo, con la naturalidad y humildad aplastante que caracteriza a muchos grandes genios, Margarita decía: «No fue ningún mérito ser pionera, ya que como casi no había mujeres en la ciencia, lo más fácil era ser pionera». Y es del todo comprensible. Pero lo que sí fue un gran mérito más allá de ser una científica, es convertirse en una científica reconocida, de prestigio, que brillaba con luz propia en el mundo de la biología molecular. A pesar de todo, a Margarita Salas le gustaba pensar que sus numerosos premios no tenían nada que ver con su condición de mujer: «Creo que nunca me han dado, y espero que nunca me hayan dado, ningún premio ni ningún reconocimiento por el hecho de ser mujer». Pero esta vez se equivocaba. Las instituciones oficiales no podían mirar hacia otro lado. Era tal la evidencia de su valioso legado científico y de derechos de la mujer que los premios por este motivo empezaron a sucederse uno tras otro: Premio L’Oréal-UNESCO a Mujeres en Ciencia (2000), Elegida entre las 100 Mujeres del Siglo XX que abrieron el camino a la igualdad en el Siglo XXI por el Consejo de la Mujer de la Comunidad de Madrid (2001), Premio Mujer Líder (2009), Premio Mujeres Progresistas (2011) y Premio internacional Madrid Woman´s Week (2015).

mujer científica

El legado de Margarita Salas continúa vigente, personificado en el conjunto de magníficas investigadoras a las que enseñó, tutorizó o dirigió la tesis doctoral. Así Margarita creo toda una escuela de científicas de renombre que ahora son referentes en sus disciplinas: Cristina Garmendia (ex-ministra de ciencia e innovación y Presidenta de la Fundación COTEC), María Blasco (directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas), Marisol Soengas (investigadora del CNIO) o María Monsalve (1997, investigadora del IIB).

En definitiva, la amplitud de su legado es multidimensional, alcanzando los niveles científico, humano, económico, moral, cultural… pero no podemos terminar el post sin cumplir su deseo. Que a pesar de sus muchos méritos se la reconozca por su trabajo con el bacteriófago Phi29 y por ser una trabajadora incansable. «Como he dicho alguna vez que moriré con la bata puesta, pues creo que moriré con el fago Phi29», afirmaba. Y así fue. Gracias por tu legado, Margarita.